• JWM (Joe's Window Manager)

Versiones analizadas

Revisión 806, publicada el 22 de junio de 2013.
Revisión 646, publicada el 11 de enero de 2013.
Revisión 518, publicada en octubre de 2011.

Página oficial

http://joewing.net/projects/jwm/

Estado actual

Quizás no alcanza la repercusión de otros gestores modernos —Openbox es el que me viene a la cabeza—, pero se trata de un proyecto muy activo con una pequeña comunidad de usuarios. Forma parte del entorno gráfico por defecto de algunas minidistros de Linux, especialmente Puppy Linux .

Características resumidas

Esc. Virtuales Menús Iconos Temas Dockapps At. de teclado Barra de tareas
No Parcial 1 No

1 El fichero de configuración de JWM —normalmente, ~/.jwmrc— puede incluir a su vez otros archivos, de modo que resulta posible separar funcionalidad y estética. Gracias a esto, la gente de Puppy Linux ha ido creando diferentes «temas» y una pequeña interfaz para administrarlos.

Descripción


Captura de JWM

Mi primera sesión con JWM: una barra de tareas abajo, decoración negra con gradientes. Ninguna sorpresa.


JWM es un gestor de ventanas creado por Joe Wingbermuehle. Según dice el autor, nació con la idea de sustituir a 4Dwm, que entonces usaba él en Irix, por algo más moderno y rápido.

Y sí: sobre todo en su configuración básica —por ejemplo omitiendo, a la hora de compilarlo, el soporte para fuentes TrueType mediante libXft—, es ciertamente reducido y requiere muy pocos recursos del ordenador. Además, no necesitaréis ninguna librería exótica para compilarlo y hacerlo funcionar: posee muy pocas dependencias, de hecho, y las que van más allá del X Window System son opcionales.

La interfaz que ofrece JWM no resulta a primera vista muy distinta a la del viejo IceWM, que a su vez se inspiraba en los escritorios de Windows y OS/2. Así, contamos con un panel en el borde inferior de la pantalla, que incluye —de izquierda a derecha— un menú para lanzar aplicaciones, un pager, una barra de tareas, un área para alojar pequeños accesorios, una bandeja del sistema, y un reloj. Ésta es, por supuesto, la configuración por defecto: el usuario puede modificarla, quitando, añadiendo o cambiando de lugar elementos a su gusto.

JWM permite, además, definir atajos de teclado para ejecutar diversas funciones, desde trabajar con ventanas y escritorios virtuales a arrancar aplicaciones.

Y, ¿qué más? Pues..., llevo diez minutos mirando como un idiota mi editor de textos y no se me ocurre nada que añadir. Así que, ¿veis las capturas de pantallas? Pues eso es JWM. No estoy hablando precisamente de un entorno extraño, como pueda ser hoy Twm, sino de una interfaz bastante convencional con componentes que la mayoría de los lectores reconoceréis con facilidad.

El gestor almacena su configuración en el fichero .jwmrc, situado en la carpeta raíz de cada usuario. No hay mucho que contar de él, se trata de un archivo accesible a cualquier editor de textos, con sólo una particularidad: está escrito en lenguaje XML . En principio no existe ninguna interfaz gráfica para configurar JWM, aunque quizás la gente de Puppy Linux haya creado alguna por su cuenta: no lo sé.

Primeras impresiones

Mi primer contacto con JWM sucedió hace tiempo, mucho tiempo, cuando Sara Montiel aún competía en carreras de cuádrigas... Bueno, vale, no tanto: sería en 2006. Y vino de la mano de —como no— Puppy Linux, una minidistro que cabe en 128 MB y hacía volar en aquellas fechas lejanas a mi Pentium II. Como ya he explicado, JWM forma parte de su escritorio por defecto —la otra alternativa, en aquella antigua versión de Puppy que probé, era FVWM95—. No se me antojó demasiado interesante, y lo usé sin reparar demasiado en él; cosa que confirma que, en efecto, funciona. Porque cuando una interfaz gráfica se hace notar suele ser para mal, ¿eh, Windows Vista?


Captura de JWM

Sigo usando los colores originales —negro y naranja—, pero ya me he preparado una configuración más a mi gusto. Aquí podéis ver mi menú de inicio desplegado.


En julio de 2013 volví a acordarme del viejo JWM: «¿qué habrá sido de su vida?». Así que me dirigí a la página oficial, y una vez allí... Bueno, me topé sin esperarlo con el peculiar modelo de desarrollo que sigue este gestor de ventanas. Veamos, existen versiones estables, que se publican muy esporádicamente —en el momento de escribir esto, la última de ellas es la 2.1.0, aparecida en septiembre de 2011—; y luego encontramos las revisiones, que salen al mundo cada pocos días, con los últimos cambios efectuados en el código. Joe Wingbermuehle recomienda usar estas últimas, dada la antiguedad de las versiones estables.

Yo le hice caso, claro. Porque si lo dice el autor será por algo, ¿no? Además parece que el resto del mundo sigue también su consejo, incluyendo Puppy Linux. Sin embargo, pronto me encontré con un problema: la calidad de las revisiones resulta muy variable, como cabría esperar de un código que se modifica con frecuencia y no ha sido comprobado de forma exhaustiva. No todas las características del gestor tienen por qué funcionar correctamente en una revisión dada, y por lo que he visto a veces ocurren regresiones —características que «se rompen» en los cambios entre revisiones—. Así que a la hora de elegir qué versión de JWM instalar uno va un poco a ciegas, y lo último no es necesariamente lo mejor.

En mi caso, probé en primer lugar la revisión 806, publicada en junio de 2013. Operaba casi a mi plena satisfacción, salvo por un detalle importante: los atajos de teclado, que fallaban. Después de darle muchas vueltas al asunto y no lograr resolver nada, instalé la revisión 518, de octubre de 2011. Esto fue, sin embargo, retroceder demasiado en el tiempo: los atajos de teclado por fin funcionaban, pero eché en falta algunas opciones de configuración. Así que, sin grandes esperanzas, compilé la 646... Y sí, ésa fue la buena.

Por lo demás, JWM ha cambiado considerablemente desde aquel primer encuentro de 2006. Ahora dibuja gradientes, iconitos en menús y la barra de tareas, e incluso esquinas redondeadas. Aunque los colores empleados por defecto en la decoración, negro y naranja, no me convencen. Nada que no se pueda cambiar, por otra parte.

Usando JWM

Poco que destacar: ya he dicho que el gestor emplea una interfaz bastante obvia y predecible, sin ideas extravagantes. De hecho, diría que el usuario típico de Windows podría sentirse más o menos a gusto aquí..., siempre que le entregasen una configuración ya preparada, claro.


Captura de JWM

Esta llamativa configuración morada es el escritorio de Puppy Linux usando un tema llamado «Sunset Beach». Los iconos para ejecutar programas están ahí colocados por alguna otra aplicación, casi con seguridad ROX Filer . (La captura no es mía: fuente ).


Porque ése quizás sea el aspecto más complicado de JWM, adaptarlo a tus necesidades. Escribir a mano las etiquetas XML del fichero ~/.jwmrc no resulta difícil, pero tampoco se trata de una tarea exactamente divertida ni gratificante. Es fácil, además, despistarse y cometer errores de sintaxis —en cuyo caso, el gestor se niega a cargar—. Yo invertí más o menos una tarde en preparar mi menú de aplicaciones y efectuar otros ajustes.

Hecho esto todo lo demás viene rodado, y he estado empleando felizmente JWM durante un mes y medio, quizás un poco más. Se adapta bastante bien a mis gustos, en realidad, y sólo tengo un par de pequeñas quejas que comentaré más adelante, en los «inconvenientes»; pero, por lo demás, cumple con su papel sin sorpresas, como ese motorcito de la nevera en el que nadie piensa nunca hasta que se rompe.

JWM cuenta con una característica que siempre me agrada ver en un gestor: permite confinar aplicaciones a un escritorio virtual concreto. De modo que yo, por ejemplo, decidí que uno de mis escritorios se llamaría «Internet», y por lo tanto mi navegador y clientes de FTP y Edonkey se abrirían siempre en él. Esto permite mantener una sesión ordenada sin esfuerzo, y sin tener que mover apenas ventanas de un escritorio a otro. Insisto, me gusta.

Además, he de decir que ese espacio del panel dedicado a albergar accesorios posee también su utilidad. Yo coloqué ahí un control para cambiar el idioma del teclado (Wmxkb ), un monitor de actividad de la red (Blinky), y otro para comprobar el trabajo de la CPU (Xload); y con esto uno obtiene algo semejante a la configuración tradicional de la barra de tareas de Windows. Sólo me faltó un iconito para regular el volumen del sonido.

El pager integrado en el panel, por cierto, me parece un buen compromiso entre tamaño y funcionalidad. No resulta tan completo como los de FVWM o Vtwm, no identifica las ventanas por su nombre ni las separa por clases, pero permite moverlas de un escritorio virtual a otro arrastrándolas con el botón derecho del ratón.

Opciones de personalización

El autor parece que intenta mantener cierto término medio entre la enciclopedia de opciones que ofrecen algunos gestores, y la inflexibilidad de otros que niegan casi cualquier ajuste. De modo que sí, JWM puede personalizarse, aunque con moderación.

Podéis definir vuestro menú de aplicaciones, o especificar varios que aparezcan según el contexto. Podéis escoger el color de la decoración de las ventanas. Podéis ordenar a vuestro antojo los elementos del panel, y decidir cuáles queréis. Y por supuesto podéis definir vuestros atajos de teclado. También son personalizables los iconitos de las aplicaciones en la barra de tareas y el título de las ventanas.

Para todo ello, como ya se ha explicado, existe el archivo ~/.jwmrc, o bien /usr/etc/system.jwmrc si deseáis que los cambios afecten a todos los usuarios del sistema.

Documentación

JWM incluye una página de manual razonablemente completa, que explica sobre todo cómo configurarlo y el significado de las etiquetas XML del fichero .jwmrc. En todo caso, el gestor evoluciona más rápido que la documentación, así que quizás exista algún detalle del texto que no se cumpla con la versión que hayáis instalado.

Aciertos

Inconvenientes

Conclusión

JWM me ha parecido un entorno muy cómodo, a pesar de alguna carencia discreta. No trata de impresionar ni de presentar ideas innovadoras: simplemente funciona a su manera modesta, sin llamar la atención. Además, resulta relativamente sencillo de configurar porque el autor se ha limitado a las opciones más obvias.

En definitiva, un gestor muy recomendable. Sobre todo para la gente que no desee enfrentarse a la marea de detallitos personalizables de IceWM, que sería algo así como un primo más mayor al que físicamente JWM se asemeja mucho.

Galería de imágenes

Más imágenes de JWM en marcha, para darle color a esto:

Captura de JWM

Una concurrida sesión... En primer plano, DOSBox ejecutando Tekwar, un juego muy malo que hace llorar a los gatos y erizarse a los niños. Aunque la ventana que posee el foco, señalada de color naranja, es la que se halla justo debajo.

Captura de JWM

Colores distintos, más armónicos, y un fondo de escritorio acuático. En el panel inferior, a la derecha y junto al reloj, aparecen tres discretos indicadores: empezando por la izquierda, Wmxkb, Blinky y Xload.

Captura de JWM

Y aquí estoy probando otra estética en blanco y verde. En la terminal podéis ver las características de mi ordenador.

Captura de JWM

Ah, ya he dicho que también fui usuario de Puppy Linux... Así lucía mi escritorio allá por 2006. El gestor sigue fiel a su enfoque, aunque estéticamente haya adoptado rasgos modernos como bordes redondeados o gradientes.

Captura de JWM

Puppy Linux de nuevo... Una configuración de JWM que imita el colorido del escritorio de Windows XP, paisaje bucólico incluido —el mismo que usó Microsoft, de hecho—. (La captura no es mía: fuente ).

Captura de JWM

La versión 1.3 de JWM corriendo en FreeBSD. Hay unas cuantas terminales abiertas, y Audacious reproduciendo música. (La captura no es mía: fuente ).

 

Artículo escrito en agosto de 2013.


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