La octava —eighth release
—, aparecida en noviembre de 2014.
http://www.all-day-breakfast.com/wmx/
https://github.com/cannam/wmx
La versión más reciente de Wmx se publicó casualmente unas semanas antes de que yo comenzase a escribir esto, así que queda claro que el autor continúa trabajando en él. Si bien de forma pausada y esporádica.
Respecto a usuarios... Bueno, no se halla entre los gestores de ventanas más conocidos, pero sí logró cierta circulación a finales de los noventa y principios de la década pasada. Y algo de eso conserva. Las distribuciones de Linux más grandes lo mantienen en sus repositorios de paquetes, y se le menciona ocasionalmente en foros y artículos. Por lo tanto muerto no está, por más que su público sea a estas alturas bastante minoritario.
Esc. Virtuales | Menús | Iconos | Temas | Dockapps | At. de teclado | Barra de tareas |
---|---|---|---|---|---|---|
Sí | Sí | No | No | No | Parcial 1 | No |
1 Resulta posible modificar los que definió el autor aunque no añadir otros nuevos. Existe un parche, obra de un tal Richard Sharman, que proporcionaba más flexibilidad; sin embargo, es para la versión 6 de Wmx y falla en las más recientes.
Wmx en su configuración por defecto. Hay una terminal, un reloj (Dclock), un paginador, y Xine mostrando un vídeo musical. Información sobre el sistema en la esquina inferior izquierda, mostrada mediante Root-tail .
A mediados de los años noventa Chris Cannam creó Wm2, un gestor minimalista del que ya he hablado aquí. Era ágil, y era atractivo y original, con esa decoración basada en rótulos verticales. El autor tenía además unos planes muy claros para él, qué características deseaba incluir y cuáles no, y allá por 1997 lo consideró más o menos terminado.
Pero quizás Wm2 no estaba tan acabado como parecía, y a Cannam aún le quedaban ganas de seguir explorando la programación de gestores de ventanas. O tal vez sus usuarios continuaron haciendo sugerencias y enviando parches. Seguramente ocurrieron ambas cosas... El caso es que así nació Wmx: una especie de Wm2 «expandido« en el que ir ensayando nuevas ideas.
Wmx nos obsequia con las siguientes novedades respecto a su predecesor:
Extended Window Manager Hints—. No puedo valorar la calidad de la implementación, mas parece lo suficientemente completa para que funcionen correctamente paneles, paginadores y otros accesorios independientes.
Éstos son al menos los añadidos más importantes. Por supuesto existen otros cambios mucho más discretos que no vale la pena mencionar aquí.
Por otra parte, el aspecto general del gestor se ha mantenido sin apenas modificaciones, y sigue siendo pues el de Wm2. Las ventanas se dibujan con la misma decoración, esas llamativas solapas verticales que contienen el título y un único botón que sirve para minimizarlas o cerrarlas. Y el siempre útil menú de tareas también continúa aquí.
Dos cosas relevantes que ver aquí. Una, la posibilidad de aplicar texturas a la decoración que dibuja el gestor. Y dos, el menú de tareas desplegado.
Lo más chocante de Wm2 y Wmx es su estética. Echad un vistazo rápido a las capturas de pantalla que adornan este artículo: no hay otro gestor de ventanas igual, si bien he de reconocer que Flwm, FVWM 2 o Fluxbox son asimismo capaces de mostrar títulos verticales. Y sospecho que esta apariencia tan inusual tiende a polarizar las impresiones de los recién llegados: o te gusta o la detestas. En mi caso se trata más bien de lo primero, pese a que los títulos horizontales de siempre resulten más cómodos de leer.
Yo llegué a Wmx tras haber pasado un par de semanas con Wm2, así que ya me hallaba familiarizado con su modo de funcionar más básico. Y otras facetas —el menú de aplicaciones y los escritorios virtuales— ya las había visto en acción en su descendiente, Flwm. Quiero decir con esto que no me llevé grandes sorpresas.
Claro, quienes carezcan de esta experiencia previa se toparán con una interfaz en principio un poco desconcertante. Pongamos por caso, ¿cómo eliminar una ventana en vez de minimizarla? Pues el secreto consiste en mantener pulsado el botón izquierdo del ratón sobre el cuadrito solitario de la solapa: tras medio segundo o así, el puntero cambiará a algo que sugiera «esta aplicación va a ser cerrada» y entonces ya podréis levantar el dedo. Para aclarar cuestiones como ésta resulta pues recomendable una lectura rápida al fichero README del código fuente.
Empezaré explicando que la forma de configurar Wmx resulta un tanto anárquica. Muchos ajustes vienen determinados durante la compilación del código fuente, y por lo tanto no admiten cambios posteriores: en lo que respecta a ellos cada copia del gestor funcionará a su modo, y si no os convence deberéis compilar otra. No obstante con otros detallitos existe más flexibilidad, y para definirlos hay que seguir un camino que se me antoja más bien extraño: escribir los valores oportunos en ~/.wmx/options, que curiosamente no es un archivo sino un enlace simbólico, creado por ejemplo así:
$ ln -s "focus:follow/feedback:off" ~/.wmx/options
Y ahora el menú de aplicaciones posa para la posteridad, a la izquierda: un tanto rudimentario, pero cumple su misión. Los cuatro números gigantes son el reloj que incorpora Wmx y que he mencionado arriba.
Podríamos llamar a esto «enlace simbólico de configuración», una idea más bien excéntrica. ¿Ventajas respecto a un fichero de verdad? Pues exactamente ninguna.
A diferencia de Wm2, en Wmx el usuario cuenta con un menú de aplicaciones para lanzar sus programas favoritos, que se invoca clicando en el escritorio con el botón central del ratón. Me sentí con él un poco torpe porque no es desplegable: si existen submenús —como hemos visto equivalen a subdirectorios dentro de ~/.wmx— sólo se muestra uno cada vez y no resulta posible volver atrás. Otra alternativa para iniciar aplicaciones es recurrir a la opción New
del menú de tareas, muy efectiva si se encuentra asociada a lanzadores como el maravilloso Dmenu .
Los escritorios virtuales aquí reciben el nombre de «canales», y como ya he explicado antes Wmx los va creando sobre la marcha. Siempre hay uno más de los que el usuario tenga en uso. Para entendernos, si el primer escritorio y el segundo contienen ventanas, existirá un tercero esperando vacío; y si abrís algo también en él, aparecerá automáticamente un cuarto. Se puede pasar de un escritorio a otro accionando la rueda del ratón sobre el fondo, y para mover una ventana entre ellos basta con emplear la misma rueda sobre la solapita del título. Un tanto atípico todo, pero me agrada: tal y como está montado, el sistema requiere poca interacción y se puede manejar con un par de gestos, si bien carece de la flexibilidad de otras implementaciones.
Wmx me deja una impresión peculiar, hablando ya más en general. Comparado con su hermanito mayor, Wm2, parece un tanto incoherente, como si el autor y sus colaboradores se hubiesen dedicado a añadirle características sin una visión nítida del conjunto. ¿Un reloj? Vale, ya está, lo refinaremos más tarde. ¿Escritorios virtuales? ¡Cojonudo! ¿Menús? Un poco chapuceros, sí, pero ahí los tenéis también... Y algunas de estas nuevas posibilidades son más bien esbozos, que a grandes rasgos funcionan aunque con detalles por pulir —insisto: el menú de aplicaciones—. Donde mejor se aprecia este desorden, claro, es en los métodos de configuración; no voy a explayarme más sobre ellos para no volverme cansino. De todas formas tampoco debería quejarme: Cannam calificó este gestor de vehículo experimental
, y el que avisa no es traidor.
Wm2 ofrecía muy pocas, Wmx resulta comprensiblemente más prolijo en este aspecto porque cuenta con mayor funcionalidad.
Las más importantes a mi juicio son el modelo de enfoque, los atajos de teclado —si bien los que vienen definidos por defecto se me antojan aceptables— y qué aplicación se ejecutará al seleccionar la opción New
del menú de tareas. Existen bastantes más, sin embargo, alguna más bien anecdótica.
Del modo de hacer estos ajustes ya hemos hablado: editar el archivo Config.h del código fuente y compilar una nueva copia de Wmx... Sin embargo, algunos detalles pueden modificarse de forma dinámica mediante el famoso «enlace simbólico de configuración» descrito arriba. No, no hay un criterio demasiado racional que separe unos y otros: así, los colores de la decoración de las ventanas pueden especificarse en ~/.wmx/options, pero el de las cifras del reloj requiere cambios en Config.h.
No existe página de manual. Con el código fuente vienen los archivos README y README.contrib, que explican casi todo lo necesario para desenvolverse. La configuración se halla razonablemente bien comentada en Config.h.
Mi escritorio lovecraftiano, basado en La sombra sobre Innsmouth. Con una terminal transparente y de nuevo el menú de aplicaciones.
¿Ese reducido espacio vacío, de quizás dos píxeles de ancho, que separa el botoncito de minimizar del resto de la solapa del título? Pues resulta más fácil de lo que parece, intentando alcanzar dicho botón, terminar clicando ahí. Con el resultado previsible: ninguno —o tal vez elevar la ventana de debajo, si hay alguna y Wm2 tiene ganas de reírse de ti—. Se me ocurre que Cannam debería haber pensado más en nosotros, los usuarios con manos y vista de oso, y contar esos clics impotentes en el vacío como pulsaciones del botón de minimizar, porque al fin y al cabo ahí es donde queríamos llegar. Aunque sí es cierto que en Wmx no reparé apenas en esto, porque gracias a los escritorios virtuales no resulta tan necesario minimizar ventanas.
Pues bien: Wm2 + un batiburrillo en apariencia improvisado de ideas = Wmx.
No es demasiado amigable con los recién llegados. Aun así lo recomendaría sobre su predecesor por las nuevas características que incorpora, especialmente los escritorios virtuales y su mayor compatibilidad con complementos externos. Y además parece disfrutar de un desarrollo más activo.