0.15, publicada en diciembre de 2008.
http://karmen.sourceforge.net/
En palabras del propio autor, Karmen ya no se desarrolla de forma activa. Ha sido sustituido por un nuevo gestor de ventanas, Wind
. En conclusión, sí, ha sido abandonado y ya no aparecerán más versiones.
Esc. Virtuales | Menús | Iconos | Temas | Dockapps | At. de teclado | Barra de tareas |
---|---|---|---|---|---|---|
No | Parcial 1 | No | No | No | Parcial 2 | No |
1 El menú de tareas está ahí, pero no existe ningún otro que el usuario pueda configurar y dedicar a otros menesteres.
2 Un puñado de combinaciones de teclas para ocultar, maximizar o cerrar ventanas, nada más.
Una sesión típica con Karmen. En primer plano, el menú de tareas con la lista de ventanas activas. Y detrás esperan el navegador Dillo, Gftp, Xload, Mdgclock y una terminal.
Seguro que habéis leído alguna vez la expresión «gestor de ventanas minimalista» aplicada a proyectos como Fluxbox o IceWM. Al final, es una cosa bastante relativa, como todo en esta vida. Comparados con KDE o el escritorio de Windows, obviamente lo son. Pero al lado de Karmen ya no lo parecen tanto... Y no me refiero necesariamente a minimalismo en el consumo de recursos del sistema —aunque una cosa suele llevar a la otra—, sino en el enfoque general del proyecto. La idea que hay detrás de Karmen es sencilla, y podría resumirse así:
«Hola, soy tu gestor de ventanas. Gestiono ventanas. Y no hago nada más. No incluyo escritorios virtuales, ni menús para iniciar aplicaciones, ni atajos de teclado configurables, ni varias apariencias gráficas para elegir, ¡y ni siquiera un archivo de configuración! Porque, como dijo el Cohelet, he visto que todo esto es vanidad y apacentarse de viento, como vano es todo lo que se hace bajo el sol».
Así que Karmen se limita a darle al usuario algunas funciones básicas para trabajar con su escritorio. Las ventanas pueden maximizarse, minimizarse —esconderse, en realidad—, cerrarse, o especificar que queden siempre en primer plano —stay on top
—. Y clicando con el botón derecho del ratón en sus respectivos títulos, o sobre el escritorio, aparecerá un menú con todas las existentes, y que permite escoger cuál activar a continuación. Existen también algunas combinaciones de teclas para agilizar estas operaciones. El modelo de enfoque, por último, es similar al de Windows: clic sobre una ventana para traerla a primer plano y pasar a trabajar en ella.
Karmen no emplea ningún archivo de configuración, porque realmente no hay nada que configurar. Si os gusta su funcionamiento, tal y como lo definió el autor, y os adaptáis a él, bien; de lo contrario, probad otro gestor de ventanas.
Y dicho funcionamiento viene bien explicado en su correspondiente página de manual. Es corta y va directa al grano; puede leerse en un par de minutos. ¿Falta documentación, pensará alguien? Pues la verdad es que no; lo que sucede es que tampoco hay mucho que documentar. No deja ningún cabo suelto, y da toda la información necesaria para desenvolverse con Karmen.
No sabía muy bien qué esperar, y lo primero que encontré —una pantalla vacía con el horrendo fondo gris que coloca por defecto el X Window System— me cogió un poco por sorpresa. Sólo al ejecutar una terminal gráfica —Aterm, en mi caso— desde la consola de texto, y ver el aspecto de la nueva ventanita que apareció en mi escritorio, comprobé que Karmen estaba en efecto ejecutándose.
¡Hey, la decoración de las ventanas es bonita! Y también casi calcada de la interfaz de los Mac OS 8-9, por cierto, con el mismo tono de gris y las mismas barras horizontales de adorno; sólo cambian los iconos de minimizar y cerrar. Karmen posee un aspecto agradable, limpio y muy claro. No hay bordes redondeados ni tonterías parecidas, por fortuna...
Así que visualmente me gustó desde el primer momento. Y el hecho de no tener que configurar nada antes de usarlo también me pareció atrayente. Después, al comenzar una sesión normal de trabajo, fue cuando encontré algunas limitaciones que me dejaron un poco más escéptico. Pero, en fin, no se puede tener todo en la vida.
Las ventanas cuyo título se aprecia un poquito hundido, como un botón presionado —me refiero al reloj y Xload—, se mostrarán siempre en lo alto de la pila, sobre todas las demás.
Porque Karmen no requiere de configuración, de acuerdo, y esto tiene consecuencias tanto buenas como malas. Por un lado, no hay nada que pensar ni opciones con las que entretenerse; el usuario lo ejecuta, y a trabajar. Por otro, no existe modo de adaptar el gestor de ventanas a nuestras preferencias; en realidad, somos nosotros los que debemos adaptarnos a él. Cosa que, por suerte, no resulta complicada, porque el autor se aseguró de que Karmen funcionase de un modo sensato y fácilmente comprensible.
En mi caso, las quejas son dos. Una, la ausencia de escritorios virtuales —porque tengo costumbre de abrir bastantes ventanas en una sesión normal—, y otra, el modelo de enfoque. Respecto a la segunda, tener que clicar en las ventanas para activarlas, y que al hacerlo pasen automáticamente a primer plano, no me convence, porque hace difícil trabajar con varias a la vez; prefiero que el foco siga al puntero del ratón, y que las ventanas sólo asciendan arriba de la pila cuando yo lo indique... Pero bueno, Windows —es decir, el sistema de escritorio abrumadoramente mayoritario en casas y oficinas— también funciona así, y el mundo no se ha acabado. Puedo vivir con ello; sólo me parece un poco más incómodo y menos eficiente.
Ninguno de los inconvenientes que acabo de mencionar es tan importante como creí al principio, sin embargo; me he acostumbrado a ellos con facilidad. E iba a decir que he disfrutado bastante con Karmen, pero tampoco ha sido exactamente así: Karmen es como un par de buenas botas de faena, que cumplen su función sin alardes y sin que uno repare demasiado en ellas. No es Enlightenment, ni KDE, ni siquiera Fluxbox; no pretende gustar ni se esfuerza en parecer bonito..., sólo maneja ventanas, y lo hace casi del modo más discreto posible.
Como no existe un menú para ejecutar aplicaciones, al estilo de otros gestores, tendréis que hacerlo desde una terminal; lo más práctico es, tal y como aconseja el autor en el manual, hacer que se abra automáticamente una al iniciar vuestra sesión, añadiendo la línea correspondiente al archivo ~/.xinitrc. No es mi método ideal de trabajo, porque tiendo a olvidar los nombres de mis programas menos usados, y a veces me quedo en blanco delante de la línea de comandos, pensando «¿cuál era ese que servía para...?»; pero también puede valer. No para todo el mundo, claro: obviamente no le recomendaría usar Karmen, sin ningún añadido, al usuario medio de Ubuntu, por ejemplo —aunque hay que decir que, como ha demostrado Puppy Linux, con un poco de idea se puede preparar un entorno muy amigable y completo sin tener que recurrir necesariamente a Gnome o KDE—. Pero, en mi caso, una terminal es un accesorio imprescindible en cualquier sesión, y la única diferencia es que Karmen me obliga a recurrir a ella un poquito más.
¿Qué más decir? Karmen da lo que promete. Es simple y liviano. Y sólido como una roca; durante los días que lo estuve usando, nunca falló ni encontré ninguna anomalía. Puede que ofrezca pocas posibilidades, pero están bien implementadas. No hay cosas a medias.
Vaya, aquí vamos a terminar pronto, porque sólo existe una. La decoración de las ventanas es gris y no se puede modificar, pero la fuente de texto que se emplea en sus títulos y en el menú de tareas sí... Aunque no todas las fuentes son válidas; sólo algunas de las accesibles mediante Xfontsel. Se especifican arrancando Karmen con la opción «-font
» seguida del nombre de la fuente, tal y como aparece en Xfontsel.
Y para cambiar el fondo del escritorio tendréis que recurrir a utilidades externas, como xsetroot
o Feh. Seguro que ya os lo imaginabais.
Así que, ¿de cuántos accesorios de vuestro escritorio podéis prescindir? ¿Barras de tareas? ¿Menús de aplicaciones? ¿Iconos?... Karmen no incluye nada de esto. Entiendo que no es un minimalismo del gusto del todo mundo, pero en mi caso más o menos funciona, con los matices ya comentados —el modelo de enfoque, el movimiento opaco de las ventanas, etc—.
También es cierto que algunas de sus carencias pueden compensarse con programas externos. ¿Queréis atajos de teclado? Usad Xbindkeys . ¿Para lanzar aplicaciones? Probad con Dmenu, aunque es un poco peculiar. En realidad existen muchas opciones; incluso podéis emplear paneles como Fbpanel, que incluye reloj, barra de tareas y otras cosillas —no funcionan bien del todo, sin embargo, porque Karmen los trata como ventanas normales, supongo que por no ser totalmente compatible con el estándar EWMH—. De todos modos, si realmente necesitáis todos estos accesorios, seguramente haréis mejor usando un gestor de ventanas que ya los incluya.
Un puñado de capturas de pantalla de regalo, que había puesto poquitas. Aunque Karmen no tiene mucho que enseñar:
![]() La versión 0.13 de Karmen en el escritorio más soso del mundo. (Captura copiada de la página oficial). |
![]() Otra tarde de faena con Karmen, con varias instancias del explorador de archivos ROX Filer, el editor de textos Leafpad y alguna cosa más. No resulta muy cómodo trabajar con tantas ventanas, de todas formas. |
![]() Karmen 0.15 funcionando en mi Pentium III. Estoy jugando una partida a un arcade llamado Enemy Lines 3 |
![]() Un escritorio que combina Karmen con ROX Filer en modo |