1.2.2, publicada en noviembre de 2009. Sin embargo, mientras escribía esto —en julio de 2013— ha aparecido por sorpresa una nueva versión, la 1.2.3.
http://www.jfc.org.uk/software/lwm.html
Yo pensaba que se trataba de una reliquia abandonada a su suerte en las vastedades de Internet, pero me equivoqué: continúa existiendo alguien que mantiene Lwm, como prueba la aparición de la versión 1.2.3 en 2013. En todo caso, «mantener» es la palabra adecuada, puesto que no se han introducido cambios importantes en el programa desde 2003, y es dudoso que vaya a hacerse.
¿Usuarios? Lwm está en algunos repositorios, por ejemplo el de Ubuntu, así que alguien por ahí lo usará todavía. Se trata de un gestor minoritario.
Esc. Virtuales | Menús | Iconos | Temas | Dockapps | At. de teclado | Barra de tareas |
---|---|---|---|---|---|---|
No | Parcial 1 | No | No | No | No | No |
1 Sólo un menú de tareas. Nada de menús de aplicaciones configurables por el usuario.
Lwm en acción. Puede apreciarse que maneja correctamente casos especiales como el panel de Gnome o el reproductor de música XMMS. (La captura no es mía, procede de la página oficial ).
Lwm es un gestor de ventanas minimalista creado por Elliot Hughes, si bien en junio de 2003 su desarrollo pasó a manos de otra persona, James Carter. Los autores, en su página oficial , lo describen tal que así:
«Lwm es un gestor de ventanas para [el] X [Window System] que trata de mantenerse fuera de vuestra vista. No hay iconos, ni barras de botones, ni bandejas de iconos, ni menús de inicio, nada: si queréis todo eso, otros programas pueden facilitarlo. Tampoco existe configurabilidad: si quieres eso, quieres otro gestor de ventanas; uno que ayude a tu sistema operativo en su malvada conquista del espacio de tu disco y la anexión de tu memoria física».
¿Queda claro, no?
Así que Lwm nació con la intención de ser pequeño y cumplir el mínimo imprescindible de lo que entendemos por «gestor de ventanas». Se trata, por tanto, de un proyecto similar a Karmen —que comenté hace un par de años—, o al todavía más austero 9wm: una interfaz muy esquemática que no ofrece ningún extra. ¿Menús de aplicaciones? ¿Barras de tareas? Mariconadas: en 1990 los hombres de verdad no necesitaban nada de eso.
Lwm le dibuja a cada ventana un sencillo marco de color negro o gris (dependiendo de si se halla enfocada o no), con un iconito en la esquina superior izquierda, un cuadradito blanco, para cerrarla. Y..., bueno, ya: ¿o pensáis que hace falta más decoración?
El manejo del gestor resulta, como imaginaréis, muy simple. Las ventanas pueden ocultarse, clicando con el botón derecho del ratón en sus respectivos títulos; para recuperarlas más adelante existe un menú de tareas, accesible clicando con ese mismo botón sobre el fondo del escritorio. Con el izquierdo, arrastrando sus bordes o esquinas, es posible cambiar su tamaño, igual que se hace en Windows. Y esto es casi todo lo que hace falta saber para desenvolverse, en realidad.
Quedaría añadir que, en un alarde de generosidad, los autores dejaron la opción de configurar unos pocos detallitos: el modelo de enfoque, o los efectos de clicar con los botones izquierdo y central del ratón sobre el escritorio. El modo de hacerlo es mediante los viejos Xresources, cortas líneas de texto que asignan valores en los archivos ~/.Xdefaults o ~/.Xresources.
Y en líneas generales ya he descrito Lwm: ¿veis qué poco ha costado?
Mi escritorio. Como no hay ninguna ventana enfocada, la decoración de todas ellas aparece apagada, de color gris.
No puedo decir que este gestor me sorprendiese, porque a grandes rasgos ya sabía de antemano qué me iba a encontrar. Su nombre viene de Lightweight Window Manager
, palabras ya bastante descriptivas. Y lo escogí a propósito, una noche ociosa de verano en que me apetecía probar algo nuevo..., pero en plan gandul, sin perder demasiado tiempo haciendo ajustes ni leyendo manuales.
Lwm resulta pues lo que esperaba: reducido, ágil, fácil de comprender. No requiere —apenas— configuración. Compilarlo e instalarlo me costó cinco minutos, y una vez hecho, sin más preámbulos, ¡a funcionar!
Durante mi primera sesión con el gestor, mientras ejecutaba cosas desde la ventanita de una terminal, mis pensamientos eran tal que así:
«Vaya, la etiqueta tenía razón: ni menús, ni iconos, ni nada de nada. ¡Eh, es como Karmen! Aunque aquí el foco sigue al ratón... Y la decoración no me parece tan bonita, bordes simples de color sólido y sin el menor adorno. Botón izquierdo sobre el escritorio para invocar Xterms, no está mal pensado. Oh, movimiento opaco de las ventanas..., mi Pentium 4 lo lleva bien, a los trastos más viejos no sé cómo les irá. Ah, ¿y por qué la letra del menú de tareas se ve tan pequeña?».
En fin, a mí por lo general me atraen los entornos minimalistas, y éste no me disgustó.
Lwm es una de las interfaces más sobrias que he probado. No llega al extremo de 9wm, pero se acerca; el único «lujo» que le regala al usuario es el menú de tareas. Se trata, por lo demás, de un camino de renuncia: uno se desprende de paneles, iconos, bandejas del sistema y casi todo lo demás, «vanidad de vanidades, todo es vanidad», y al final descubre una especie de iluminación, «¡hey, me resulta más fácil concentrarme sin nada de eso!»... O quizás llegue a la conclusión contraria: «este gestor es inutilizable, y si KDE, con todos sus accesorios, cuenta con tantos usuarios, algo está haciendo bien». Diferentes clases de personas, diferentes necesidades.
He de comentar que Lwm no tiene necesariamente que asemejarse a una habitación vacía recién pintada de blanco. Su compatibilidad con el estándar EWMH hace fácil añadirle complementos —paneles, sistemas de menús, etc— que funcionen del modo esperado. Aunque claro, llegados a ese punto siempre surge la pregunta de si vale la pena hacerlo: porque si uno desea todas esas cosas, seguramente acabaría antes instalando otro gestor que las incluya por sí mismo.
En mi caso, después de media hora de uso llegué a la siguiente configuración (cito de mi archivo ~/.Xdefaults):
lwm.button1: exec_dmenu lwm.button2: aterm lwm.popupFont: -*-courier-medium-r-*-*-17-*-*-*-*-*-*-*
No he tocado mucho League of Legends, pero en su momento Annie me parecía el personaje más carismático del juego; divertida de manejar, además. Había también una especie de pez bastante gracioso.
Porque invocar Xterms clicando sobre el escritorio con el botón izquierdo del ratón está muy bien; pero si hablamos de iniciar aplicaciones, Dmenu resulta todavía mejor. Se trata de un menú dinámico que aparece discretamente en uno de los bordes de la pantalla, y va sugiriendo opciones a medida que el usuario escribe qué busca. La primera vez que lo probé me dejó un tanto escéptico —«no sé si le voy a sacar partido a esto»—, pero ahora casi no puedo vivir sin él. Diseñado en principio para un gestor de ventanas llamado Dwm, se amolda perfectamente a otros entornos austeros como..., sí, este Lwm.
Más en general, lo que dije en su día acerca de 9wm también se aplica, en menor medida, aquí: en sesiones con muchas ventanas abiertas Lwm se vuelve engorroso, debido entre otros motivos a la ausencia de escritorios virtuales. Así que es aconsejable decantarse por programas que empleen interfaces de pestañas —sustituyendo, por ejemplo, la terminal Aterm por Mrxvt—, y quizás trabajar con cierta disciplina, sin dispersarse en muchas tareas simultáneas. Aunque esto último resulta siempre saludable, con independencia del gestor que uno use.
¿Más cosas? Pues creo que no. He convivido a diario con Lwm durante casi dos meses, y ha acabado convirtiéndose en algo así como un par de guantes viejos de faena, de esos que puedes llevar toda una mañana sin darte cuenta. Prueba superada, por lo tanto: a mí este gestor me sirve.
Apenas las hay, y eso significa que «configurar» Lwm al gusto del usuario es un mero trámite de cinco minutos escasos.
Las más importantes de ellas son el modelo de enfoque —por defecto, el foco sigue al puntero del ratón, pero es posible también clicar en las ventanas para enfocarlas, como en Windows—, y los programas a ejecutar cuando se pulsen los botones izquierdo y central del ratón sobre el escritorio. Por último, se pueden cambiar los tipos de letra del menú de tareas y los títulos de las ventanas.
La estética y los colores, en cambio, son los que son: si os gustan bien, y si no también.
Dmenu en el borde superior de la pantalla, y el menú de tareas desplegado. Y un fondo inspirado en una de mis películas favoritas, El bueno, el feo y el malo.
La página de manual resulta concisa, y explica lo poco que hay que saber para empezar a trabajar con Lwm.
En su modestia, Lwm cumple lo que promete: sencillez de uso, y un consumo mínimo de recursos del sistema. Ni iconos, ni barras de botones, ni bandejas de iconos, ni menús de inicio, nada
. Está hecho para ti, querido lector, si eres ese tipo de persona frugal que vive feliz lanzando sus programas desde una terminal y reniega de chuminadas superfluas.