1.0.3, incluida con la edición 7.2 del X Window System; data de noviembre de 2006. Existen versiones más recientes.
El desarrollo más activo de Twm cesó probablemente en los primeros años de la década de los noventa. Sin embargo, puesto que forma parte del X Window System desde 1989, sigue habiendo alguien responsable de mantenerlo e ir adaptando el código a los sistemas modernos. Y como además el X Window System es el entorno gráfico mayoritario en Unix, esto significa que hay muchos miles de copias de Twm instaladas en muchos miles de máquinas, acechando en el árbol de directorios, esperando que alguien las descubra..., sí, seguramente también en tu flamante Ubuntu.
Lo creáis o no, Twm aún conserva usuarios: hay bastante gente a la que le gusta su sobriedad. Tiene su mérito, tratándose en esencia de una reliquia que permanece sin cambios relevantes desde, más o menos, 1990. Veinte años no son nada... Con todo, es un público más bien reducido.
Esc. Virtuales | Menús | Iconos | Temas | Dockapps | At. de teclado | Barra de tareas |
---|---|---|---|---|---|---|
No | Sí | Sí | No | No | Sí | Parcial 1 |
1 Si al gestor de iconos se le da la geometría adecuada, y se activa la opción «IconifyByUnmapping
» en el archivo ~/.twmrc, se obtiene algo que podría pasar por una primitiva barra de tareas, que crece o mengua según el número de ventanas activas.
Twm tal y como viene de fábrica, con el menú desplegado y Xclock ejecutándose en la esquina inferior derecha. Ni siquiera he puesto todavía un fondo de escritorio.
Twm comenzó a desarrollarse en 1987. Viendo su apariencia en la configuración por defecto, ciertamente lo aparenta —y, para completar el efecto, podéis ejecutar en él algunas viejas momias como Xedit o Xcalc—. Capas de color sólido, iconos esquemáticos, líneas de puntos. Visto hoy, en 2010, Twm quizás luzca bastante feo. Pero la comparación apropiada sería con otras de sus interfaces contemporáneas, como las primeras versiones de Windows o Amiga, y entonces ya no lo parece tanto; al menos, así uno puede poner esa fealdad en su contexto. Por aquel entonces la mayoría de la gente usaba monitores monocromo y de escasa resolución —¿nadie recuerda aquellas entrañables pantallas de fósforo verde?—, así que una interfaz gráfica debía ser, antes que cualquier otra cosa, clara, con contraste y elementos sencillos. Y además la modesta potencia de los ordenadores de la época tampoco aconsejaba recrearse con dibujos elaborados.
La antigüedad y la estética general de Twm hacen pensar en algo muy esquemático, pero en realidad se trata de un entorno bastante completo, un poco al estilo de Mwm —nada sorprendente, claro, dado que Mwm desciende de Twm—, pero menos elegante. Así, Twm cuenta con menús configurables por el usuario, y un «gestor de iconos»: una ventanita que, en esencia, funciona como una barra de tareas. Quizás su única carencia importante sean los escritorios virtuales.
Por lo demás, la palabra es ésa, «configurable». Seguramente supone el gran acierto de Twm; con paciencia y lecturas del manual el usuario puede cambiar casi cualquier cosa. Los colores de los menús, los iconos que mostrarán las aplicaciones minimizadas, el modelo de enfoque, el modo de colocar las ventanas en el escritorio... Incluso existe la posibilidad de cambiar los iconos de acción de las ventanas. Por ejemplo, ¿pensáis que debería haber uno para maximizarlas? Pues no hay problema, puede agregarse. Además, Twm permite definir también atajos de teclado para agilizar el trabajo o ejecutar aplicaciones de forma rápida.
Todas estas cosas se configuran desde un archivo de texto llamado .twmrc, en la carpeta raíz de cada usuario. Aunque también es posible usar Twm sin él; sólo resulta un poco más incómodo, porque la configuración por defecto que emplea Twm no es demasiado ergonómica, y parece pensada más bien para entornos en los que se manejan pocas ventanas.
En Twm no existe barra de tareas, y las aplicaciones minimizadas se convierten en iconos en el escritorio. Unos iconos realmente horribles, claro, porque Twm los muestra usando sólo dos colores, fondo y primer plano. Así que GQview o Xpdf, por ejemplo, aparecen representados con manchas informes de píxeles. Claro que con programas realmente viejos, como el mencionado Xcalc, no existe este problema, porque sus iconos ya se dibujaron considerando esta restricción.
Pero en fin, ya hablaremos más tarde de este tipo de inconvenientes. El caso es que Twm ofrece más de lo que parece a primera vista. Y además, a partir de él fueron creciendo diversas variantes —Vtwm, CTWM—, y otros gestores de ventanas diferentes, como Mwm o FVWM.
Así está mejor... Si os fijáis, toda la decoración que añade Twm se dibuja con dos colores. A la derecha espera el gestor de iconos, con la lista de las ventanas abiertas en mi sesión.
Hace tiempo de ello, pero en fin, trataré de recordar...
Creo que usé Twm por primera vez tratando de configurar FreeBSD, un poco por castigo. Aquel ordenador tenía 96 MB de RAM, y Gnome lo dejaba realmente por los suelos, y FVWM se me antojó confuso y complicado. Así que estuve unos días con Twm, haciendo ajustes en el sistema y configurando mi conexión telefónica a Internet. Y claro, cuando por fin pude salir a la red me apresuré a descargar Fluxbox del árbol de ports.
Cuando uno empieza a trabajar con Twm en su configuración por defecto se encuentra con... Nada, realmente; el diseño de puntos grises que coloca automáticamente el X Window System como fondo de escritorio, y un menú verde y poco atractivo que aparece al pulsar el botón izquierdo del ratón, y que permite ejecutar terminales. Las dos cosas juntas —escritorio feo más menú feo— provocan en el usuario una mezcla de ansiedad y fastidio difícil de igualar.
A pesar de esto conseguí adaptarme en cierta medida al funcionamiento general de Twm, aunque no sentirme cómodo con él. No llegué a configurarlo, ni lo estudié en profundidad, porque mi intención era instalar Fluxbox en cuanto arreglase algunas cosillas del sistema y tuviese una conexión a Internet, y eso es exactamente lo que hice. Pero aprendí a cambiar el tamaño de las ventanas, y a usar el gestor de iconos, y más o menos a desenvolverme. No voy a negar que el experimento tuvo algo de divertido; y que después, por alguna razón, la familiaridad de Fluxbox me decepcionó un poco.
Además, de este primer contacto con Twm aprendí lo que es el llamado «sloppy focus» —un modelo de enfoque en que la ventana activa es la que contiene el puntero del ratón, y que permite trabajar con ventanas en segundo plano—..., y me encantó. Sólo por eso mereció la pena.
Ya he efectuado algunos cambios sutiles en el menú y los colores de la interfaz. Las aplicaciones minimizadas quedan ordenadas abajo, a la izquierda; y a la derecha un sencillo reloj llamado Mdgclock.
Han pasado unos años desde entonces, y ahora vuelvo a enfrentarme a Twm para escribir este comentario. Lo he estado usando cosa de un par de semanas. Y esta vez he leído el manual y he dedicado algo de tiempo a configurarlo y a hacer ajustes. Y la conclusión es... (Redoble de tambores) ¡Me gusta Twm!
Es feúcho, y seguramente lo seguirá siendo hagáis lo que hagáis, mayormente por culpa de esos iconos convertidos a la fuerza a un solo color, el equivalente visual a una canción de death metal. Pero también la fealdad tiene grados..., y de todos modos tampoco se trata de un detalle tan importante, lo que cuenta es poder trabajar con comodidad. Twm cumple, aunque quizás con alguna carencia.
En principio cada ventana posee dos controles: uno a la izquierda, para minimizarla como icono en el escritorio, y otro a la derecha para cambiar su tamaño. Esto puede modificarse, mas en la configuración por defecto es así. Algunos usuarios echarán en falta un botón para cerrar las ventanas, otros querrán uno para maximizarlas. Yo, después de pensarlo bastante, añadí sólo un tercer icono para traer ventanas al primer plano o relegarlas al fondo de la pila, como se hacía en la interfaz de Amiga, porque me parece una función bastante útil. En fin, aquí lo relevante es que Twm permite incorporar a los controles de cada ventana tantas funciones como uno quiera, por absurdas que puedan ser.
Existen, claro, detalles engorrosos. El manejo de los iconos en el escritorio resulta algo anárquico. Hay algunos ajustes a este respecto que pueden hacerse en el archivo .twmrc, aunque la explicación que da el manual sobre ellos no me quedó clara —es uno de los pocos puntos en los que la documentación flojea—, y tuve que buscar ejemplos en Internet para comprenderlo. El caso es que pueden confinarse a áreas determinadas del escritorio, una idea bastante práctica. Y alguien con tiempo y ganas de perderlo incluso puede diseñar un juego de iconos en blanco y negro para Twm, de forma que sustituyan a los que usan las aplicaciones de forma predeterminada.
Una posibilidad inesperada de Twm es la de adornar los menús con gradientes de color. La imagen muestra asimismo el control que añadí a las ventanas para alterar rápidamente su lugar en la pila.
Otra pega, no demasiado importante, es el modo de cambiar el tamaño de las ventanas. En otros gestores es posible hacerlo arrastrando los bordes con el ratón, o en todo caso la esquina inferior derecha. En Twm contamos para ello, en la barra del título de cada ventana, con el iconito de la derecha: hay que mantener el botón izquierdo del ratón pulsado y mover el puntero. Sólo que... La forma en que funciona el proceso no es intuitiva, al menos no para mí: de hecho aún no lo comprendo muy bien, y parece que para reducir una ventana antes hay que arrastrar los bordes hacia afuera, como si uno quisiera expandirla. No sé, con ventanas maximizadas, o casi maximizadas, necesito un par de intentos.
Y en mis primeros pasos también me frustró bastante la colocación interactiva de las ventanas; esto significa que, cada vez que se abre una nueva —por ejemplo, al arrancar una aplicación—, aparece primero una rejilla transparente que la representa, y que el usuario debe situar en el escritorio antes de que la ventana sea realmente creada. Al principio quizás tenga su gracia, pero rápidamente se hace pesado; uno se encuentra interrumpiendo continuamente su trabajo para mover rectángulos por la pantalla. Por suerte, es un comportamiento que también puede modificarse.
En resumen, y a pesar de estos pequeños inconvenientes, he disfrutado bastante con Twm. Sólo hay que dedicar algo de tiempo a configurarlo, porque su funcionamiento predeterminado seguramente gustará a pocos usuarios. Podréis cambiar casi todo lo que no os agrade..., salvo su estética general, claro.
Hay muchas, tanto relativas a la apariencia como al comportamiento de Twm. Todas ellas se especifican en el archivo .twmrc. Éste posee en algunas de sus secciones una sintaxis un poco enigmática.
Aunque ya se han ido mencionando antes, no está de más recordarlas. Es posible cambiar los colores de menús, iconos y decoración de las ventanas. El usuario puede definir sus propios menús —incluyendo submenús—, y atajos de teclado. Y puede incluso meterse en detalles tan concretos como los controles de las ventanas, o cuáles de ellas se mostrarán en el gestor de iconos —de hecho, hasta la existe la posibilidad de usar varios gestores de iconos, con cada uno listando sólo unas ventanas determinadas—. En fin, Twm es realmente flexible.
Para colocar fondos de escritorio tendréis que recurrir a alguna utilidad externa, como xsetroot
y similares.
Twm es una reliquia informática, y usarlo supone hacer un viaje en el tiempo de más de veinte años. Pero resulta una experiencia instructiva. Puede servir para apreciar cuánto han avanzado las interfaces gráficas en estas dos décadas..., o cuán poco. Porque, su carencia de golosinas visuales aparte, este gestor de ventanas sigue siendo usable y versátil incluso ahora. Francamente me sorprendió, ofrece mucho más de lo que esperaba.
Más capturas de pantalla con Twm en funcionamiento:
![]() Una estética diferente, de color azul. Algo más refinada, definí mis propios iconos para representar ventanas de Aterm, del editor de textos Leafpad o de ROX Filer. Arriba, los muchachos de Eskorbuto cuentan su visión de la vida. |
![]() Cuatro controles para cada ventana, con iconitos nuevos creados por mí. Comprobad también que resulta posible encoger los títulos de modo que se conviertan en pestañas, aunque no lo encuentro muy cómodo. |
![]() Twm corriendo en algún sistema Unix por determinar; tal vez a finales de los noventa, a juzgar por los iconos de Netscape. Algunas opciones del menú se hallan resaltadas con colores distintos al resto. (La captura no es mía: fuente |
![]() Y aquí funcionando bajo NetBSD, seguramente en una máquina de Sun. Muchas terminales y un gráfico trazado con Gnuplot. (La captura no es mía: fuente |
![]() Twm con tonos oscuros. El autor escogió un tema de GTK2 acorde con ellos, de modo que Firefox y Gftp no desentonan. (La captura no es mía: fuente |
![]() Y ahora un escritorio totalmente negro, con varias terminales ejecutando cosas diversas y una ventanita de Xosview. Tomada en 2001. (La captura no es mía, procede de Xwinman.org |
Twm ya viene incluido en la instalación básica de muchos sistemas Unix, y en todo caso resulta fácil de conseguir. Así que lo que yo os voy a dejar aquí es mi archivo de configuración, por si acaso a alguien le sirve de algo.